SINAPSIS

Composición visual reúne tres murales fotográficos realizados en película de 35mm que, desde territorios culturales distintos, exploran una misma idea: transformar fragmentos reales en paisajes visuales nuevos.
Cada mural nace de la observación cercana y del gesto de aislar lo que, en su contexto original, forma parte de un flujo mayor: la iconografía vibrante del manga y el anime, la espontaneidad cromática del graffiti urbano, y la cadencia textil de las ferias andaluzas. Una vez extraídos, estos elementos se recomponen en mosaicos que multiplican el ritmo, la textura y el color, invitando a una lectura más plástica que narrativa.
El resultado es un diálogo entre mundos que rara vez coinciden: la cultura popular global, la creación anónima de la calle y la tradición festiva local. Al encontrarse en un mismo espacio, sus lenguajes visuales se cruzan y revelan un principio común: cualquier imagen, por distinta que parezca, puede ser parte de una composición colectiva capaz de trascender su origen.

«SINAPSIS»
(2015-2019)

«STREET COLORS»

Este mural, conformado por sesenta y cuatro fotografías en diapositiva color de 35 mm, registra grafitis capturados en múltiples ciudades, revelando un diálogo visual que trasciende fronteras. La elección de la diapositiva intensifica la saturación y el contraste, otorgando a cada trazo y pigmento una vivacidad que evoca la inmediatez y urgencia del acto de pintar en la calle.
Cada fragmento funciona como una pieza autónoma, pero al integrarse en el conjunto conforma un mapa cromático y formal de la cultura urbana contemporánea. Letras, formas abstractas y figuras se suceden sin un orden jerárquico, replicando el ritmo irregular y cambiante de los muros en el espacio público.
El mural propone una lectura coral: un patchwork de lenguajes gráficos que, aunque surgidos de contextos distintos, comparten una pulsión común por ocupar y resignificar el espacio. Al reunirlos en un solo plano, la obra descontextualiza el graffiti de su muro original para convertirlo en un archivo visual que celebra su diversidad estética y su potencia como gesto de identidad y resistencia.

«OTAKU»

Este mural, compuesto por veinticinco fotografías tomadas en película a color de 35 mm, se erige como un archivo visual de la efervescencia estética y emocional que habita en las ferias y eventos dedicados al manga, el anime y la cultura pop japonesa. La elección del soporte analógico no es casual: el grano, la textura y las imperfecciones del celuloide actúan como una capa temporal que dialoga con la nostalgia inherente a gran parte de las imágenes, muchas de las cuales remiten a obras y personajes que han acompañado a generaciones.
Cada fragmento fotográfico captura un microcosmos: ilustraciones vibrantes, estampados de camisetas, portadas, merchandising y reinterpretaciones gráficas que confluyen en un tapiz visual cargado de iconografía reconocible, pero reinterpretada por el ojo documental del fotógrafo. La saturación cromática, las superposiciones de planos y la densidad compositiva evocan la sensación de caminar por un pasillo abarrotado de stands, donde cada centímetro es una explosión de estímulos visuales.
El montaje en mural rompe la linealidad del registro fotográfico individual y propone una lectura coral: la suma de imágenes no busca una jerarquía sino un ritmo visual que imita el caos organizado de los eventos que documenta. Así, la obra se convierte en un retrato colectivo, no sólo de los objetos, sino de las comunidades y subculturas que se reconocen y cohesionan en torno a estas imágenes.
En su conjunto, «Otaku» explora la tensión entre lo masivo y lo íntimo, lo reproducible y lo único. El uso de la fotografía analógica en un universo marcado por la inmediatez digital actúa como un gesto deliberado de ralentización y contemplación, invitando al espectador a reencontrarse con un imaginario popular que, aunque mutable, sigue latente en la memoria cultural contemporánea.

«FERIA»

Este mural, compuesto por veinticinco fotografías tomadas en película a color de 35 mm, captura fragmentos textiles recogidos en distintas ferias de Andalucía. La mirada se detiene en los lunares, volantes y bordados que, aislados del cuerpo que los porta, se convierten en pura forma, color y ritmo.
El encuadre cercano y la repetición de motivos trasladan la experiencia sensorial de la feria, su bullicio, música y movimiento, a un lenguaje visual que funciona como patrón, casi como partitura cromática. La saturación del color analógico refuerza la intensidad festiva, mientras que la diversidad de combinaciones revela un mosaico identitario que es, a la vez, popular y sofisticado.
Al reunir estos fragmentos en un solo plano, el mural propone una mirada no narrativa, sino plástica: un homenaje a la tradición reinventada en cada feria, donde la moda y el folclore se funden en un mismo pulso estético.